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Solitaria, pensativa, divertida en mayor o menor medida, gusto por escuchar, leer, escribir, escuchar música, imaginar, sentir.

lunes, 15 de octubre de 2012

La Promesa del Vampiro, 4.


CAPÍTULO 4.

A menudo las personas, como seres humanos que son, cometen errores. Unos pueden ser rectificados. Otros no. Pero todos suceden por una razón.
Y, misteriosamente, los que más te hacen daño, los que más se acercan a ti, son los más sinceros que hay y son los que de verdad te quieren avisar de algo. Que lástima que casi nunca podamos ver el mensaje que nos traen…

Edgar se levantó antes del alba, ya que no había dormido. De hecho hacía mucho que no lo hacía… y en cierta forma, era lo normal.
Se bajó de la rama donde había descansado y cayó depié de una altura de unos ocho metros, sin hacerse ningún daño. Incluso parecía que que caía despacio…
De repente, en su mente vio a Morgana camino del cementerio, así que se dirigió a él, pero no con la intención de volver a besarla…
Esto no tendría que haber pasado… le estoy haciendo daño, si sigue así, le haré daño, y si en un ataque de sed le hago daño, no me lo perdonaría en la vida. O en lo que me quede de eternidad…”

Morgana llegó y se sentó en el banco de piedra, que era el único que le transmitía una sensación de naturalidad al no estar hecho de metal como los demás.
Retrocedió dos días en su memoria, porque dos días atrás fue cuando le conoció, cerca de esa misma hora, y en aquel mismo lugar.
Es extraño, ¿ por qué la primara vez que le vi, aunque solo fue un instante, sentí que le conocía de toda la vida ? ¿ Y por qué cuándo me besó, no sentí necesidad de rechazarlo, en ved de responderle como lo hice? Tengo miedo. Miedo de que sea lo que se denomina con esa palabra, miedo de que vuelva a ocurrirme, otra vez…”
Inmersa dentro de sus pensamientos como de costumbre se encontraba cuando por desgracia, apareció una persona a la que ella, por razones pasadas, no tenía el más mínimo cariño ni confianza:
- Hola - era Bruno -
- ¿ Se puede saber qué haces tú aquí ? Haz el favor de largarte, ¿ quieres ?
- No pienso irme hasta que no hayamos hablado.
- Tu y yo no tenemos nada de qué hablar. Adiós.
- Hey, hey , hey, no tan deprisa - Bruno empezó como siempre a adoptar una posición dominante que ponía enfermo a cualquiera, y le agarró los dos brazos con fuerza - he dicho que me vas a escuchar, y me vas a escuchar.
- ¡ No quiero ! ¡ Suéltame !
- ¡ Morgana no quiero hacerte daño y lo sabes, pero tienes que escucharme !
- ¿ Escuchar el qué, eh ? ¿ Qué me utilizaste, que me hiziste pasar la vegüenza más grande de mi vida ?… ¿ O simplemente quieres que te diga otra vez lo que ahora siento por ti ?
- Pues no estaría mal…
- Ya lo sabes: me das asco.
Al oír esto, Bruno levantó una de las manos con el propósito de hacerle ver a Morgana que con él no se jugaba.
- ¡¿ Pero qué haces ?! ¡ No !…
Pero justo en aquél momento, alguien le agarró la mano, dejándola suspendida en el aire, como un globo.
- ¿ Se puede saber qué haces ? - le preguntó por detrás -
- ¡ Edgar ! - dijo ella alegrándose de verlo, aunque fuese en aquel momento -
- ¿ Y este quién es ? ¿ Tu nuevo amor ? - se burló Bruno -
- Suéltala - respondió Edgar, sin alterar la voz lo más mínimo -
- ¿ Y quién eres tú para obligarme ?
- Soy alguien que tú ya quisieras ser. Suéltala.
En ese último “suéltala” se le notó como se le ponían rojos los ojos, y su voz sonó como si un demonio de voz más grave que la suya propia se hubiera introducido en su cuerpo. A Bruno le dio miedo y la soltó enseguida. A ella también le sorprendió, porque hasta ahora no lo había visto así nunca.
- Joder, tío, vale… tu ganas, tranquilo - mustió, con aspecto aterrado -
- Vete, y no vuelvas a molestrala nunca más. ¿ Entendido ?
- Si, si… entendido… ya… ya me voy…
- ¡ Largo ! ¡ Ya !
Se alejó a toda prisa pegando zancadas que parecían de gacela, balbuceando en una voz extorsionada que volvería, y que no sabían con quien se habían metido.
- ¿ Estás bien ? - preguntó abrazándola -
- Si, gracias otra vez, de menuda me he librado.
- ¿ Quién era ese ? Tenía pinta de ser el chulo de turno.
- Lo es.
- ¿ Por qué te ha tratado así ?
- Hace un tiempo, cuando me mudé, no conocía a nadie. No tenía amigos, pero él se me acercó un día y me pidió que entrara en su grupo. Al principio dudé, porque de no tener a nadie, a estar en un grupo, y además con la confianza con la que me lo había pedido, no me dio buena espina. Pero soy muy inocente, y buena, así que me despejé las dudas y acepté. A lo primero todo iba bien: había buen ambiente y no tenían pinta de ser malas personas. Bruno era el cabezilla, y tenía que estar siempre con él. Yo empecé a agobiarme, porque no quería ser la marioneta de nadie. Luego me enteré de que uno de los chicos, Ángel, se había fijado en mí. Hablé con él y me lo confirmó. Yo le dije que tenía pensado dejar el grupo, porque cada vez se me hacia más pesado, pero que con esa confirmación no me quedaba más remedio: si Bruno se enteraba, nos mataba a los dos, ya nos lo había advertido justo el día en el que entré yo. Para mi sorpresa, fue Ángel quien me pidió que abandonase el grupo, porque tenía miedo de que Bruno se enterara y me hiciera daño. Le pregunté que que pasaba con él mismo y me respondió que no le importaba, que solo quería que yo estuviera bien.
- ¿ Y qué pasó entonces ?
- Unos dias más tarde, dejé el grupo. Y a Bruno no le hizo ninguna gracia.
- Así que desde ese día te hace la vida imposible.
- Exactamente. Ya lo he mandado al infierno muchas veces, pero él vuelve diciéndome que le perdone, que cambiará… que vuelva, que me quiere…
- Vas ha tener que hacer algo. Por esta vez he podido salvarte, pero, ¿ que ocurriría si un día yo no estoy allí, o no llego a tiempo ? Acuérdate que ha estado a punto de pegarte.
- Si, lo se. Pero es que ya no se que hacer…
- No te preocupes. Mientras estés conmigo no te ocurrirá nada.
- Lo se también.
Parecía que sus ojos cada vez que coincidían se fusionaban, creando alrededor de los dos una extraña pero acojedora atmósfera, repleta de mensajes cifrados que solo el contrario sería capaz de descifrar.
Pero pareciera que Edgar no lo tuviera del todo asumido: estaba dispuesto a hacerlo, aunque le costase su miserable vida en eterno dolor… pero debía hacerlo, por el bien de los dos, por el bien de Morgana…
- ¿ Te apetece ir a dar una vuelta ? - entró ella de repente -
- De acuerdo, pero no muy larga, me están esperando en casa para hacer unas reformas y bueno…
- Está bien, tranquilo. Si quieres podemos quedarnos y andar por aquí, el cementeio es grande.
- Buena idea, vamos.

Que ingenua es la vida aveces, ¿ verdad ? Aveces no… casi siempre. ¿ Por qué dos personas son tan parecidas pero tan diferentes al mismo tiempo ? ¿ Por qué el portal que separa los dos mundos simpre está cerrado, y solo se abre para albergar almas en pena ? Y la pregunta que tantas personas se harán : ¿ Por qué muchas veces, para conseguir algo, primero debes perderlo ? Eso no tiene sentido… lo tendrás de todas formas. Eso solo traerá como consecuencia que cuando la tengas, la protegas demasiado…

Edgar no estaba nervioso. Pero tampoco estaba tranquilo. Sabía que de un momento a otro debería decírselo, pero no se atrevía…
Los vampiros son seres solitarios. Son criaturas de la noche que vagan en soledad con las únicas compañías de la oscuridad y del silencio. No están vivos, pero… ¿ acaso quiere decir eso que no pueden entablar amistad con alguien que sí lo esté ? El pobre muchacho tenía la cabeza llena de confusiones, de miedos y dudas. ¿ Por qué simplemente no había clavado sus colmillos en su blanco cuello, la primera vez que la vió ? ¿ Acaso se estaba sintiendo atraido hacia ella ? Si era eso, podría explicarse lo del beso, pero no que lo dejara tan marcado…

- ¿ Por qué te has levantado tan temprano ? - le preguntó él -
- Tenía planeado venir a pensar tranquila. Este es mi hogar. Aquí me siento bien, noto como este lugar me abraza cariñosa y suavemente cada vez que entro en él.
- Vaya… no sabía que le tenías tanto aprecio - quiso mostrarse sereno, a pesar de su nerviosismo -
- Bueno… oye, tal vez mi forma de hablar te parezca algo rara… pero quiero que sepas que he sido así siempre. No puedo evitarlo. La verdad es que no se hablar de otra manera.
- No te preocupes. Yo también suelo hacerlo, pero cuando hay alguien cerca… - Esto último lo susurró en voz muy baja. Sabía que cada palabra que decía los únía más y más, pero no podía evitar hablarle a aquel maravilloso ser que ella era… -
- Oye, Morgana… hay algo que debes saber.
- Claro, dime.
- Es… es que… es algo muy serio… no creo que lo vayas a asimilar bien…es…es que yo… ¡ yo soy un… !…
Por suerte o por desgracia, no pudo terminar la confesión. Una presencia se le introduzo en su cuerpo, y oyó una voz que le hablaba dentro de su cabeza:
Edgar, no lo hagas. ¡ Edgar ni se te ocurra ! Ya sabes que ocurrirá si se entera de la verdad… No volverás a verla nunca más. Nunca.”
Aquella voz había puesto mucho énfasis en ese “nunca”. Tal vez tuviera razón, y era mejor así…
Vuelve ahora mismo. Tenemos que hablar seriamente. El congreso te espera donde siempre.”

- ¿ Te ocurre algo ? Te has quedado mudo. ¿ Qué eres ?
- Esto… yo… yo soy un chico noraml y corriente… que se despista y no se suele acordar de que prometió ayudar a su madre a limpiar el trastero… tengo que irme princesa, lo siento.
- ¡ Eh, oye ! ¡ Espera !
- ¿ Qué pasa ?
- ¿ No me das un beso ?
Una pregunta así, le destroza el corazón a cualquiera, y de todos modos era algo que deseaba hacer. Así que hizo lo mismo que en el primero. Aunque esta vez, entregándose todavía más, porque sabía que, probablemente, esa fuera la última vez que se vieran…
Adiós, princesa…” - pensó -

Serias eran las caras de todos cuantos estaban allí reunidos. Sabían que algo no iba bien, pero no quisieron desvelarlo hasta que llegó el último participante. Era Edgar.
- Siento haber llegado tarde. He venido en cuanto he podido.
- Tranquilo, hijo, siéntate - ofreció el mayor -
El mayor Reving era, como su nombre indica, el mayor de todos los que formaban el congreso. Era de carácter fuerte y estricto, pero también era bueno, compasivo y comprensivo. Solía llevar barba y pelo blancos y largos, pero éste último no se le veía por la capucha de su vestidura.
- A partir de este momento queda abierto el debate - anunció Tinzer, el hijo del mayor Renvig -
Tinzer y Edgar no eran especialmente amigos, pero no se llevaban del todo mal.
El único amigo que de verdad había conocido, era el que se sentaba justo en frente de él. Era su amigo Almis. El mismo que lo había avisado cuando se encontraba en el cementerio junto a Morgana.
La discusión fue larga y difícil para algunos. Era evidente que no todos estaban de acuerdo con la sustitución del mayor Renvig, pero otros lo veían como el comienzo de una nueva era para el congreso y su prosperidad. Evidentemente, el principal candidato al puesto de líder, es el primojéntio del antiguo, es decir, en este caso, Tinzer.
Tinzer era emprendedor, pero la mayoría creía que era demasiado jóven, pero la situación era crítica, y debían darse prisa en escoger.
- ¿ Tú que crees que harán, Edgar ? - preguntó Almis -
- No lo se, pero me dolería mucho la marcha del mayor. Él ha sido como un padre para mi, y si no fuera por él, seguramente no hubiera sabido seguir adelante, y hubiera perdido la fe en todo lo que existe…
- Te entiendo… no se como, pero Tinzer tiene ahora a todo el congreso de su parte y, evidentemente, eso repercute en cualquier paso que se de.
- Si, lo se. Yo tampoco se como, pero si se el porqué. Ahora Tinzer tendrá el mando, podrá hacer lo que quiera, como quiera… sabiendo que nadie tendrá derecho a cuestionarlo. Por culpa de eso tengo una espina clavada en el pecho…
Permanecieron en silencio un rato, hasta que Edgar lo rompió:
- Almis… no era para avisarme de la reunión el que me hayas llamado antes, ¿ verdad ?
- No. Tu sabes el por qué, Edgar. Estás violando las leyes, yo te he estado cubriendo como y cuanto tiempo he podido, pero si algún día se enteran…
- Gracias. Pero ya no hace falta. - lo cortó en seco - Nunca se enterarán…
Diciendo esto inició un gran salto que finalizó en la alta copa de un árbol.
- Debes olvidar, Edgar. Si no, pasarás el resto de la eternidad sufriendo.
- Si alguien me busca, estaré donde siempre. O si prefieres llamarlo de otra forma…: estaré donde recuerdo que empezó todo…

lunes, 1 de octubre de 2012

La Promesa del Vampiro, 3.


CAPÍTULO 3.

Nada más entrar se dio cuenta de que no había nadie, así que se fue a su habitación y cerró la puerta con pestillo. Apartó el escritorio y cogió la carpeta que, prácticamente, contenía su vida. La abrió y sacó el dibujo de Edgar.
¿ Se puede saber que me has hecho ? Desde ayer no paraba de pensar en ti, pero desde esta tarde no puedo dar un paso sin hacerlo… ¿ qué me pasa ? Esto es algo más que una simple atracción, y tengo miedo de que sea lo que me imagino…”

Pensar e introducirse en sus pensamientos era algo que adoraba, tanto que se pasaba prácticamente todo el día haciéndolo, y más cuando se evadía de todo y se iba a su mundo, que eran su habitación y todo lo que ésta contenía y en ella se encontraba.
Se tumbaba en la cama escuchando música y su mente volaba hacia otro lugar, quedándose muchas veces así horas y horas. O aveces también escribía cosas, cosas a las que ni ella misma podía creer que había dado vida.
Morgana siempre se había sentido diferente, y de echo lo era. Pero no se sentía así por creerse más que el resto de la gente, sino porque nunca había entendido aquella forma de pensar, de actuar, de ver las cosas, de sentir las cosas. Para ella el verdadero y único sentido que tenía la vida era ese, ser diferente y demostrarle al mundo que no hay que obrar sin conciencia de los actos y evitando a toda costa sus consecuencias, sino ser uno mismo y no dejar que nada ni nadie influya en el proceso de tu vida. Pero la cruda realidad era esa: millones de personas cada día siguiendo una misma rutina, levantándose para trabajar y poder vivir, siguiendo unas pautas que nadie quiere, puesto que no son de nadie pero son de todos al mismo tiempo…
¿ Por qué las personas son tan vulnerables y tan agrasivas al mismo tiempo ? Son algunas de las preguntas que siempre tenía en la cabeza, y no le disgustaba, todo lo contrario: amaba poder debatir cuestiones y encontrar la lógica de todo aquello que desconocemos.


Cuando acabó de cuestionar, volvió a pensar en Edgar. No sabía que le ocurría: una parte de ella se moría por verle de nuevo, mientras que la otra engendraba unas dudas y unos miedos preventivos bastante grandes, y eso era algo que no entendía.
¿ Qué me pasa ? - pensaba - ¿ Por qué este sentimiento crece más cuanto más intento ignorarlo ? ¿ Por qué me tiene que pasar esto a mí ? No lo se, pero debo luchar por lo que quiero, no voy a volver a equivocarme. Juré que no lo haría otra vez, y no voy a volver ha hacerlo…”

Bajó a cenar y sus padres aún no habían vuelto. La verdad, no le importó: más de una vez se habían largado así, y no habían vuelto hasta días después. Mientras duraba la fiesta, eran sus vecinos quienes se encargaban de, digamos, “cuidarla” cuando ellos no estaban. Ya habían hablado con Érika y Ricardo al respecto, pero por lo que se veía, les daba igual. Morgana pensaba aveces que también su padre había dejado de quererla. Lo único que agradecía, era no escuchar sus discusiones entre ellos y los regaños que le caían luego a ella. En cierta forma, prefería vivir sola.

Llegaron bien entrada la madrugada, pero era una criatura de la noche: cuando lo hicieron todavía estaba despierta. Bajó sin hacer ruido al escuchar gritos fuertes y descubrió que estaban ebrios. Se dio cuenta tanto por el olor a alcohol que desprendían como por su forma de actuar.
- Mejor los dejo tranquilos…- susurró - Pero ya hablaremos de esto más tarde, ya hablaremos…
La pobre no tuvo tiempo ni de subir el tercer escalón cuando una voz la llamó.
- Hija ven, tenemos que hablar - era su madre -
- Ni quiero ni puedo. Ahora si me disculpáis mañana tengo que levantarme temprano -
Subió de nuevo y se acostó. Y lo hizo, con cierto dibujo debajo de la almohada.

A la mañana siguiente, Morgana se levantó temprano como había anunciado la noche anterior. Lo hizo y lo dispuso todo para salir a la calle. Ya iba ha hacerlo, cuando de repente, una voz con tono de timidez y vergüenza la llamó por detrás:
- Morgana, hija ¿ podemos hablar ? - era su padre -
- ¿ Sobre qué ? ¿ Sobre lo bien que os lo pasasteis anoche o de lo bien que me lo pasé yo estando sin vosotros ?
- Es en serio, hay algo importante…
- Si tiene algo que ver con vosotros por favor, ahórrame el disgusto de escucharlo, no quiero que me duela la cabeza ya por la mañana…
- ¿ Tú estás más agusto sin nosotros, verdad ?
- Que astuto, ¿ has tenido que pensar mucho ?
- Por favor, siéntate y escúchame. Si después quieres dar tu opinión no te la negaré, pero primero escucha.
Tras unos momentos de duda Morgana creyó que era una tontería como casi siempre, así que accedió con la idea de aguantar la charla y marcharse en cuento terminara.
- Está bien, ¿ de qué se trata ?
- Para mi no ha sido fácil asimilarlo, espero que a ti te resulte más sencillo…
- ¿ Me vas a decir que ocurre de una vez ?
- Morgana… tu madre… se está… está enferma.
- ¿ Y qué pasa ? Estará resfriada, últimamente lo está bastante…
- No hija, no. Está enferma, no resfriada. - Ricardo hizo una pausa y empezó a llorar como un niño que ha perdido su juguete más precidao -. Érika… ¡ Érika se muere, Morgana ! ¡ Érika se muere ! ¡ Se está muriendo !
Tras oir estas palabras, la muchacha entró en un estado no se sabe si de tristeza o de alegría o de los dos al mismo tiempo.
- ¿ De qué estás hablando ? Si está echa una rosa…
- Es solo por fuera, - el pobre hombre no podía parar de llorar - pero por dentro su cuerpo se está muriendo.
Vaya - pensaba ella - la verdad es que me da igual si se muere o no, pero haber que hago ahora con este… no puedo dejarlo así, aunque puede que haya dejado de quererme me ha dado todo hasta ahora…”
- ¿ Y qué tiene ?
- Los médicos no lo saben con certeza, pero dicen que puede ser grave si no se trata a tiempo…
- Antes has dicho que se estaba muriendo, ¿ no hay alguna cura o no se puede hacer algo ?
- Si. Hay una manera de salvarla, pero no podemos adoptarla…
- ¿ Por qué ? ¿ Acaso no la quieres ? ¡ Pues adelante !
- No podemos adoptarla porque la cura es una operación de alto riesgo y que además el único hospital en el que se realiza está muy lejos.
- ¿ Cómo de lejos ?
- En la otra punta del país.
Se quedó callada y pensativa unos momentos hasta que anlizó bien la situación. Después siguieron hablando.
- ¿ Y qué más da donde esté ? La cuestión es llevarla para que siga viviendo, ¿ no ?
- Si que podríamos, pero el preparatorio y el post-operatorio son demasiado largos, podrían durar incluso años.
- Ya entiendo… pero de todas formas podeis intentarlo. No se sabe, alhomejor cuando estéis allí el tiempo no es tan extenso…
- Ahora ya todo da lo mismo… le dieron unos seis mese de vida, pero de eso hace ya mucho…
- ¿ Qué ? ¿ Y no me dijisteis nada ? ¿ Hace cuánto ?
- No lo se… puede que hace uno o dos meses… no recuerdo. No te dijimos nada para no preocuparte, y si a eso le añadíamos que nos odias…
Morgana entendió que su padre tenía razón: si les odiaba, ¿ para qué iban a decírselo ? ¿ Para ver en su cara la expresión del “me da igual” ?
- Pero una cosa así… entiendo que no lo hiciérais, pero aún así no creas que os odio a ambos. Es solo a ella… de ti lo único que pensaba es que… no se… que habías dejado tu también de quererme…
¡ Por favor, Morgana ! ¿ Cómo iba yo a dejar de quererte ?
- No se… te estabas volviendo tan frío y distante que eso creía.
- Si estaba así era por lo de tu madre, nada más.
-Entonces… ¿ eso quiere decir que me quieres ?
- Pues claro que si, cariño.
- Madre mía, papá…¡ perdóname, he sido una estúpida ! No se como no me había dado cuenta antes de que algo no iba bien, tu siempre has sido bueno conmigo, nunca me has abandonado y me has apoyado en todo. Gracias.
- No te preocupes, hija mia. Era de esperar que no lo notaras: ya no estabas pendiente de nosotros, pasabas más tiempo sola y en tu cuarto, tratabas de evitarnos…
- Ya sabes el por qué de eso.
- Si, lo se. Pero también se que es algo que nadie podía predecir. Ella lo tomó así, y seguramente ya no cambie de idea.
Morgana recordó las palabras que el día anterior le había dicho Edgar: “ Alhomejor ya no cambia de opinión durante el resto de su vida”
- Pues debería planteárselo. ¿ Sabes el esfuerzo tan grande que he tenido que hacer para hacer ver que me daba todo igual ? Al principio, que mi madre creyera que mi abuela había muerto por mi culpa, fue un golpe tan duro que incluso llegué a pensar en reunirme con ella y pedirle perdón para que mi madre estubiera contenta y dejara de estar triste.
- Pero Morgana… - Ricardo pasó de llorar tristemente, a esbozar una tristeza en la voz, ya pobre de llanto, que hasta él mismo se sorprendió - ¿ tan mal te sentó sabiendo incluso que no era culpa tuya ?
- ¿ Y qué querías que hiciera ?
Hubo unos momentos de silencio, en los que ambos estuvieron meditando. Tras hacerlo, Morgana se levantó, indicó con un gesto que se despedía, y se marchó de la casa.