CAPÍTULO
3.
Nada
más entrar se dio cuenta de que no había nadie, así que se fue a
su habitación y cerró la puerta con pestillo. Apartó el escritorio
y cogió la carpeta que, prácticamente, contenía su vida. La abrió
y sacó el dibujo de Edgar.
“¿
Se puede saber que me has hecho ? Desde ayer no paraba de pensar en
ti, pero desde esta tarde no puedo dar un paso sin hacerlo… ¿ qué
me pasa ? Esto es algo más que una simple atracción, y tengo miedo
de que sea lo que me imagino…”
Pensar
e introducirse en sus pensamientos era algo que adoraba, tanto que se
pasaba prácticamente todo el día haciéndolo, y más cuando se
evadía de todo y se iba a su mundo, que eran su habitación y todo
lo que ésta contenía y en ella se encontraba.
Se
tumbaba en la cama escuchando música y su mente volaba hacia otro
lugar, quedándose muchas veces así horas y horas. O aveces también
escribía cosas, cosas a las que ni ella misma podía creer que había
dado vida.
Morgana
siempre se había sentido diferente, y de echo lo era. Pero no se
sentía así por creerse más que el resto de la gente, sino porque
nunca había entendido aquella forma de pensar, de actuar, de ver las
cosas, de sentir las cosas. Para ella el verdadero y único sentido
que tenía la vida era ese, ser diferente y demostrarle al mundo que
no hay que obrar sin conciencia de los actos y evitando a toda costa
sus consecuencias, sino ser uno mismo y no dejar que nada ni nadie
influya en el proceso de tu vida. Pero la cruda realidad era esa:
millones de personas cada día siguiendo una misma rutina,
levantándose para trabajar y poder vivir, siguiendo unas pautas que
nadie quiere, puesto que no son de nadie pero son de todos al mismo
tiempo…
¿
Por qué las personas son tan vulnerables y tan agrasivas al mismo
tiempo ? Son algunas de las preguntas que siempre tenía en la
cabeza, y no le disgustaba, todo lo contrario: amaba poder debatir
cuestiones y encontrar la lógica de todo aquello que desconocemos.
Cuando
acabó de cuestionar, volvió a pensar en Edgar. No sabía que le
ocurría: una parte de ella se moría por verle de nuevo, mientras
que la otra engendraba unas dudas y unos miedos preventivos bastante
grandes, y eso era algo que no entendía.
“¿
Qué me pasa ? - pensaba - ¿ Por qué este sentimiento crece más
cuanto más intento ignorarlo ? ¿ Por qué me tiene que pasar esto a
mí ? No lo se, pero debo luchar por lo que quiero, no voy a volver a
equivocarme. Juré que no lo haría otra vez, y no voy a volver ha
hacerlo…”
Bajó
a cenar y sus padres aún no habían vuelto. La verdad, no le
importó: más de una vez se habían largado así, y no habían
vuelto hasta días después. Mientras duraba la fiesta, eran sus
vecinos quienes se encargaban de, digamos, “cuidarla” cuando
ellos no estaban. Ya habían hablado con Érika y Ricardo al
respecto, pero por lo que se veía, les daba igual. Morgana pensaba
aveces que también su padre había dejado de quererla. Lo único que
agradecía, era no escuchar sus discusiones entre ellos y los regaños
que le caían luego a ella. En cierta forma, prefería vivir sola.
Llegaron
bien entrada la madrugada, pero era una criatura de la noche: cuando
lo hicieron todavía estaba despierta. Bajó sin hacer ruido al
escuchar gritos fuertes y descubrió que estaban ebrios. Se dio
cuenta tanto por el olor a alcohol que desprendían como por su forma
de actuar.
-
Mejor los dejo tranquilos…- susurró - Pero ya hablaremos de esto
más tarde, ya hablaremos…
La
pobre no tuvo tiempo ni de subir el tercer escalón cuando una voz la
llamó.
-
Hija ven, tenemos que hablar - era su madre -
-
Ni quiero ni puedo. Ahora si me disculpáis mañana tengo que
levantarme temprano -
Subió
de nuevo y se acostó. Y lo hizo, con cierto dibujo debajo de la
almohada.
A
la mañana siguiente, Morgana se levantó temprano como había
anunciado la noche anterior. Lo hizo y lo dispuso todo para salir a
la calle. Ya iba ha hacerlo, cuando de repente, una voz con tono de
timidez y vergüenza la llamó por detrás:
-
Morgana, hija ¿ podemos hablar ? - era su padre -
-
¿ Sobre qué ? ¿ Sobre lo bien que os lo pasasteis anoche o de lo
bien que me lo pasé yo estando sin vosotros ?
-
Es en serio, hay algo importante…
-
Si tiene algo que ver con vosotros por favor, ahórrame el disgusto
de escucharlo, no quiero que me duela la cabeza ya por la mañana…
-
¿ Tú estás más agusto sin nosotros, verdad ?
-
Que astuto, ¿ has tenido que pensar mucho ?
-
Por favor, siéntate y escúchame. Si después quieres dar tu opinión
no te la negaré, pero primero escucha.
Tras
unos momentos de duda Morgana creyó que era una tontería como casi
siempre, así que accedió con la idea de aguantar la charla y
marcharse en cuento terminara.
-
Está bien, ¿ de qué se trata ?
-
Para mi no ha sido fácil asimilarlo, espero que a ti te resulte más
sencillo…
-
¿ Me vas a decir que ocurre de una vez ?
-
Morgana… tu madre… se está… está enferma.
-
¿ Y qué pasa ? Estará resfriada, últimamente lo está bastante…
-
No hija, no. Está enferma, no resfriada. - Ricardo hizo una pausa y
empezó a llorar como un niño que ha perdido su juguete más
precidao -. Érika… ¡ Érika se muere, Morgana ! ¡ Érika se
muere ! ¡ Se está muriendo !
Tras
oir estas palabras, la muchacha entró en un estado no se sabe si de
tristeza o de alegría o de los dos al mismo tiempo.
-
¿ De qué estás hablando ? Si está echa una rosa…
-
Es solo por fuera, - el pobre hombre no podía parar de llorar - pero
por dentro su cuerpo se está muriendo.
“Vaya
- pensaba ella - la verdad es que me da igual si se muere o no, pero
haber que hago ahora con este… no puedo dejarlo así, aunque puede
que haya dejado de quererme me ha dado todo hasta ahora…”
-
¿ Y qué tiene ?
-
Los médicos no lo saben con certeza, pero dicen que puede ser grave
si no se trata a tiempo…
-
Antes has dicho que se estaba muriendo, ¿ no hay alguna cura o no se
puede hacer algo ?
-
Si. Hay una manera de salvarla, pero no podemos adoptarla…
-
¿ Por qué ? ¿ Acaso no la quieres ? ¡ Pues adelante !
-
No podemos adoptarla porque la cura es una operación de alto riesgo
y que además el único hospital en el que se realiza está muy
lejos.
-
¿ Cómo de lejos ?
-
En la otra punta del país.
Se
quedó callada y pensativa unos momentos hasta que anlizó bien la
situación. Después siguieron hablando.
-
¿ Y qué más da donde esté ? La cuestión es llevarla para que
siga viviendo, ¿ no ?
-
Si que podríamos, pero el preparatorio y el post-operatorio son
demasiado largos, podrían durar incluso años.
-
Ya entiendo… pero de todas formas podeis intentarlo. No se sabe,
alhomejor cuando estéis allí el tiempo no es tan extenso…
-
Ahora ya todo da lo mismo… le dieron unos seis mese de vida, pero
de eso hace ya mucho…
-
¿ Qué ? ¿ Y no me dijisteis nada ? ¿ Hace cuánto ?
-
No lo se… puede que hace uno o dos meses… no recuerdo. No te
dijimos nada para no preocuparte, y si a eso le añadíamos que nos
odias…
Morgana
entendió que su padre tenía razón: si les odiaba, ¿ para qué
iban a decírselo ? ¿ Para ver en su cara la expresión del
“me da igual” ?
-
Pero una cosa así… entiendo que no lo hiciérais, pero aún así
no creas que os odio a ambos. Es solo a ella… de ti lo único que
pensaba es que… no se… que habías dejado tu también de
quererme…
¡
Por favor, Morgana ! ¿ Cómo iba yo a dejar de quererte ?
-
No se… te estabas volviendo tan frío y distante que eso creía.
-
Si estaba así era por lo de tu madre, nada más.
-Entonces…
¿ eso quiere decir que me quieres ?
-
Pues claro que si, cariño.
-
Madre mía, papá…¡ perdóname, he sido una estúpida ! No se como
no me había dado cuenta antes de que algo no iba bien, tu siempre
has sido bueno conmigo, nunca me has abandonado y me has apoyado en
todo. Gracias.
-
No te preocupes, hija mia. Era de esperar que no lo notaras: ya no
estabas pendiente de nosotros, pasabas más tiempo sola y en tu
cuarto, tratabas de evitarnos…
-
Ya sabes el por qué de eso.
-
Si, lo se. Pero también se que es algo que nadie podía predecir.
Ella lo tomó así, y seguramente ya no cambie de idea.
Morgana
recordó las palabras que el día anterior le había dicho Edgar: “
Alhomejor ya no cambia de opinión durante el resto de su vida”
-
Pues debería planteárselo. ¿ Sabes el esfuerzo tan grande que he
tenido que hacer para hacer ver que me daba todo igual ? Al
principio, que mi madre creyera que mi abuela había muerto por mi
culpa, fue un golpe tan duro que incluso llegué a pensar en reunirme
con ella y pedirle perdón para que mi madre estubiera contenta y
dejara de estar triste.
-
Pero Morgana… - Ricardo pasó de llorar tristemente, a esbozar una
tristeza en la voz, ya pobre de llanto, que hasta él mismo se
sorprendió - ¿ tan mal te sentó sabiendo incluso que no era culpa
tuya ?
-
¿ Y qué querías que hiciera ?
Hubo
unos momentos de silencio, en los que ambos estuvieron meditando.
Tras hacerlo, Morgana se levantó, indicó con un gesto que se
despedía, y se marchó de la casa.
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