CAPÍTULO
2:
Cuando
Morgana llegó a su casa fue a ver a su madre, que desde el día
anterior no levantaba cabeza:
-
Mamá, ¿ estás bien ?
-
Si, hija, no te preocupes. Son los recuerdos, que cuando vuelven es
por un largo tiempo...
-
Pero no te atormentes más, no fue culpa tuya ni de nadie,
simplemente pasó y ya está.
-
¿ Y ya está ? ¡¿ Crees eso de verdad ?! ¡ Acaso piensas que no
se podría haber evitado !
-
Bueno, tranquila, yo solo quería...
-
¡ Lárgate a tu habitación ahora mismo ! No quiero verte... ¡
Bruja !
Al
escuchar estas palabras, Morgana rompió a llorar, inundando toda la
casa con sus lágrimas y su llanto. Su padre, que lo escuchó todo,
subió a ver a su hija:
-
Eh, Morgana, tranquila hija, tranquila...-decía él entre lágrimas
y abrazos-.
-
Papá... ¿ por qué me odia tanto ? ¿ tan mala hija he sido que ni
siquiera ya puedo hablar ?
Ricardo
era un hombre correcto de pies a cabeza, pero había situaciones,
como en este caso, que no podía controlar y se le iban de las manos,
dando lugar a consecuencias como esa.
-
Cariño, no te odia.. Es simplemente... está irritada, eso es todo.
-
No me vengas tu también con la lástima - el tono de voz de la
muchacha cambió repentinamente de pena a rencor -, no quiero la
lástima de nadie ¿ me oyes ? de nadie. Y menos la tuya, que si
supieras llevar la situación no pasarían estas cosas. Ojalá
hubiera muerto ella y no los abuelos...
-
¡ Morgana !
-
Grita todo lo que quieras, no conseguirás que cambie de opinión. Lo
que si voy a decirte, es que tengáis cuidado: a este paso lo más
seguro es que un día os levantéis y me haya largado lejos, muy
lejos, tanto que ni yo misma sabré donde estoy.
Dichas
estas palabras, salió de la habitación pegando un portazo, bajó
las escaleras deprisa y pegó otro portazo al salir a la calle.
"
Cielos, Edgar... ¿ dónde estás ? te necesito... "- pensó
mientras echaba a andar-
Ricardo
por su parte, bajó al salón y le dijo a su mujer:
-
Érika, tenemos que hablar.
Miró
su reloj y todavía quedaban veinte minutos para las cuatro. Se
compró un refresco por el camino, pero tenía el estómago cerrado y
no se lo pudo beber, así que lo tiró. Caminó hasta llegar a la
biblioteca, que después del cementerio, era su segundo hogar.
-
Hola, Lucrecia -saludó-.
-
Hey, Morgana, ¿ qué tal estás ? - respondió ésta, que era la
recepcionista-
-
Bien, bueno... acabo de tener una bronca con mis viejos, pero nada
importante.
-
Vaya, si que ha tenido que ser fuerte, nunca te había oído
llamarlos así...
-
Da igual, déjalo pasar, es lo que hago yo.
-
Tu madre sigue frustrada por lo del accidente, ¿ no ?
-
Exacto, y ya me estoy empezando a cansar de tanto drama.
-
Mujer, tranquila... piensa que tuvo que ser difícil para ella.
-
Pues si se vuelve loca de dolor que se vaya a un manicomio, donde
debe estar. No aquí, amargándonos la vida a todos...
-
Madre mía... - hubo unos momentos de silencio - esto, cambiando de
tema, ¿ sabes que hay un chico nuevo por aquí ?
-
Si, lo conocí ayer.
-
¿ Y como es ?
-
Pues la verdad, es la mejor persona que he conocido nunca. Se llama
Edgar, y es agradable, simpático, culto, sabe hablar, sabe escuchar,
y lo más importante: sabe comprender y siempre adivina como me
encuentro.
-
Vaya, vaya, cuanto sabes para haberle conocido ayer... cualquiera que
te oiga diría que te gusta...
-
Tonterías, aunque la verdad, feo no es, pero no se...
Al
bajar la mirada se dio cuenta de que el reloj marcaba las cuatro
menos cinco, así que se despidió de Lucrecia y salió disparada.
-
Oye, tengo que irme, lo siento. Ya nos veremos.
-
Adiós chica, adiós.
Morgana
no sabía como lo hacía, pero siempre que llegaba, Edgar ya la
estaba esperando.
-
Hola, ¿ qué te ha pasado ?
-
¿ El qué ? ¿ qué pasa ? - Morgana descubrió que en su mano
izquierda tenía un morado grande que le ocupaba gran parte de ésta
y también de la muñeca - Ostras... pues, no se... debe de haber
sido cuando he salido, lo he hecho deprisa y...
-
¿ Has salido deprisa, por qué ?
-
La estúpida de mi madre y el orgulloso de mi padre... he tenido una
bronca y he salido corriendo y pegando portazos, supongo que será de
eso...
-
Pues sí que has cerrado fuerte, trae, déjame ver.
Edgar
le cogió la mano para examinarla. Morgana de repente sintió que su
cuerpo se relajaba y se llenaba de fuerza, al mismo tiempo que notaba
cómo se elevaba hacia un mundo sobrenatural, un mundo que ya había
visitado antes, aunque solo en sueños.
-
No parece grave, pero de todas maneras véndatelo y descansa unos
días.
-
Gracias, Edgar... menos mal que te conocí, no se que haría yo ahora
si no te tuviera...
-
Chica vas ha hacer que me salgan los colores... si me conociste
ayer...
-
Te conocí ayer, es cierto. Pero es increíble: en un día me has
dado mucho más que la gente de mi alrededor durante toda mi vida.
Otra
vez empezaron a mirarse. Cada vez que lo hacían, un mar de historias
cabalgaba de unos ojos a otros llevando con ellas la esencia del
cariño, de la comprensión, y la del amor.
-
El problema es que no tengo ninguna venda aquí, tendría que volver
a mi casa y no tengo ganas...
-
No te preocupes, yo siempre llevo una, esta vez me sirve para algo.
-
Vaya, gracias, pero no tienes por qué molestarte, solo es un
golpe...
-
Shhh, calla, déjame que te la ponga, no quiero que se convierta en
algo más grave.
Para
ponérsela, tuvieron que acercase. No mucho, pero lo suficiente como
para que sintieran uno el aliento del otro. Empezaron a mirarse de
reojo con miradas cortas y rápidas, como si quisieran hacerlo pero
no se atrevieran.
De
repente, cuando acabó de ponérsela, Edgar subió la mirada y la
fijó en su boca, mirándola con ternura y repentino deseo. Morgana
posó poco a poco sus manos en su cintura, y empezaron ambos a
respirar cada vez más y más deprisa.
-
Edgar, yo no puedo, no quiero estropear nuestra amistad, yo no...
Y
mientras Morgana decía estas palabras, Edgar le cogió dulcemente la
cara entre sus manos, e instantes más tarde, las dos bocas estaban
unidas. Unidas en un deseo y unas ganas imposibles de describir, tan
grandes que no cabían en el pecho.
Siguieron
besándose durante bastante rato, no podían separarse, no querían
separarse. Aquella pasión desenfrenada era tan pura, tan hermosa,
que ni el más poderoso hechizo de odio o rencor podría haberle
afectado en aquel momento...
Al
poco empezó a llover y se mojaron pero no les importó, ellos solo
querían estar juntos, sin que nada ni nadie los interrumpiese...
Edgar
bajó las manos de la cara hasta que las condujo a su cintura sin
levantarlas de su cuerpo, y Morgana las subió hasta que le rodeó el
cuello con sus brazos. Todo ello, con la más exquisita y profunda
ternura.
La
lluvia no cesaba, era como si quisiera estar presente durante
aquellos momentos de interminable amor, como si quisiera ser testigo
de un nuevo amor que estaba naciendo de la unión de dos adolescentes
que por caprichos del destino sabían ya quiénes eran el dolor y el
sufrimiento. No cesaba porque sentía que no molestaba, y que en
cierta forma, ayudaba a que siguieran pegados el uno al otro para
transmitirse mutuamente el calor...
Lo
cierto es que, aquella maravillosa estampa, era digna de admiración,
porque tan solo la valentía de demostrarle a otra persona lo que se
siente por ella, ya es un gran paso para poder quizás, en un futuro,
contarle al mundo que un día existieron, que una nueva historia de
amor sobrevivió a todos los obstáculos que la vida le interpuso.
Y
esa información, desde el momento en que sus labios apenas se
rozaron, se les quedó grabada en sus mentes.
Cuando
al rato se separaron, volvieron a besarse, pero fue un beso fugaz,
como una bonita despedida. Se miraron y finalmente, se abrazaron.
-
¿ Cómo volvemos a casa ahora ? -preguntó ella-
-
No te preocupes, nos refugiaremos debajo de ese árbol - respondió
él-
Se
tumbaron a los pies del ciprés y cerraron los ojos. Escuchaban el
sonido de la lluvia caer, hermosa lluvia siempre sonriente, fenómeno
natural perfecto, capaz de hacer llorar tanto de alegría como de
pena y tristeza y cuyo bello sonido es música para los oídos.
Todo,
absolutamente todo en aquel momento, era perfecto.
Y
lo siguió siendo incluso cuando se dieron cuenta de que el anochecer
estaba llamando a la puerta del día.
-
Se hace tarde - comentó él -
-
No me importa, así estoy bien. - respondió ella -
-
Ya pero tus padres se preocuparán …
-
Esos dos me dan igual, por mi que se tiren de un puente …
-
No seas así, dales una oportunidad, seguro que sabrán aprovecharla.
-
Una oportunidad … como se nota que no los conoces. Tendría que
contarte una larga historia para que supieses el porqué y lo
entendieras …
-
Soy todo oídos.
-
De acuerdo, si eso es lo que quieres … :“Hace unos años por
navidad fuimos de vacaciones a visitar a mis abuelos con la idea de
pasar allí al menos un par de semanas ya que no los veíamos desde
hacía mucho tiempo. Al llegar todo parecía normal, de hecho era
normal. Mi abuela tenía la costumbre de prepararme chocolate por las
tardes y calentarlo en el fuego de la chimenea. Pero dio la
casualidad de que cuando llevábamos allí unos cinco o seis días
mis padres y mi abuelo bajaron al pueblo a comprar unas cosas y en
ese momento no había leña en la casa, así que tuvo que salir ella
a buscarla. Podría haber ido yo, pero no me avisó y yo tampoco me
di cuenta de que había salido porque estaba en mi habitación,
leyendo. Cuando mis padres y mi abuelo volvieron, me preguntaron
donde estaba y claro, no pude responder, pero para que no se
preocuparan les dije que hacía poco que había salido.
Pasó
un buen rato y ya no pudieron más y salieron a buscarla, pero no la
encontraron. Siguieron hasta avanzadas horas de la noche, pero sin
resultado. A la mañana siguiente denunciaron su desaparición y el
pueblo entero se volcó en la búsqueda, pero otra vez fue en vano.
Mi abuelo no se rindió y cuando ya estaba empezando a anochecer
salió de nuevo en su busca sin hacer caso a mis padres de que era
mejor esperar al día siguiente.
Pasó
mucho rato y no volvía, así que se fueron a buscarlo. En esta
ocasión no tuve que esperar tanto: a lo lejos en la colina se oyó
un grito, un grito de dolor en el que pude reconocer la voz de mi
madre. Salí corriendo guiándome por el sonido del llanto que le
siguió y llegué a una explanada donde había un árbol caído y a
sus pies estaban mi madre arrodillada llorando y mi padre de pié con
las manos en la cabeza. Me acerqué despacio y comprendí cual era el
horror y el motivo de la pena:
Mi
abuela estaba debajo del árbol caído. Había muerto aplastada”-
Morgana se detuvo para coger aliento y retener las lágrimas que
amenazaban con aparecer y caer de sus ojos.
-
No llores, si no quieres seguir no sigas, pero por favor, no llores
…- intentó consolarla -
-
Ahora ya debo acabar, no te preocupes, estoy bien: “ En aquel
momento mi madre se giró y me vio, y si no llega a ser por mi padre
que la vio venir y la sujetó me hubiera asesinado.
-
¡ Por tu culpa maldita ! ¡ Mira lo que has hecho, maldita y mil
veces maldita !
-
¡ Érika tranquilízate ! ¡ Ella no tiene la culpa !
-
¡ Maldita, maldita, maldita niña caprichosa !
-
¡ Morgana, vuelve a la casa, corre !
Salí
disparada sin comprender todavía lo que había sucedido. Cuando
llegué, no se me ocurrió otra cosa que llamar a la policía y
algunos vecinos, estaba tan asustada que casi no pude explicarles lo
que había sucedido.
Llegaron
inmediatamente y se dirigieron hacia donde yo les había indicado.
Después de mucho ajetreo, llegó el pobre de mi abuelo muy
decepcionado porque no la había encontrado. Yo me tiré a sus brazos
y rompí a llorar.
-¡
Abuelo por favor, perdóname ! ¡ Perdóname por favor !…
-
Eh, eh, eh, tranquila chica, tu no tienes la culpa de nada, ya verás
como vuelve pronto.
-
¡ No va a volver ! No volverá nunca más…
-
¿ A qué te refieres ?
En
ese momento llegó la policía y le dio la mala noticia, a la cual el
pobre hombre solo pudo reaccionar diciendo:
-
No es posible … no es posible …
Acto
seguido entraron mis padres, y mi madre ni me miró. Me ignoró por
completo, haciéndome sentir aún más culpable. Mi padre fue el
único que se dignó a decirme que hiciera la maleta, que me iba al
día siguiente. Yo me quedé de piedra, pero reflexioné y vi que era
lo mejor para todos, incluso para mi.
No
se que pasó esa noche, porque me enviaron al hotel nada más salir y
decir que ya estaba lista, lo que si recuerdo es que mientras mi
padre conducía no levantó ni un instante la vista de la carretera
ni dijo nada, como si fuese un fantasma.
Por
la mañana me despertó el conserje y me dijo que mi tren estaba
listo para partir. Me subí a él y llegué a mi casa al medio día.
Lo único que hice fue colocar la ropa en el armario y después me
senté a leer otra vez.
Durante
dos días más estuve yo sola, haciendo lo que quería. Yo misma me
sorprendí de mi falta de tristeza, incluso me daba igual todo. Me
sorprendí más aún cuando mi padre me telefoneó para decirme que
mi abuelo se había suicidado, y no sentí nada queriéndolo como lo
quería.
Días
después volvieron y tuve que hacer la maleta otra vez: nos
mudábamos”-
-
Y así fue como acabaste aquí, ¿ no ?
-
Así es, pero en mi casa todo sigue igual: mi madre todavía cree que
fue por mi culpa, mi padre no sabe que hacer, y yo vivo como quiero
sin que me importe lo que piensen.
-
Eso tuvo que ser duro …
-
Lo fue en su momento, pero pasó hace tres años. ¿ No crees que
debería haberse dado cuanta ya de que está equivocada ?
-
Alhomejor ya no cambia de opinión durante el resto de su vida.
-
Si es así, entonces tendré que hacer la maleta pronto de nuevo.
Edgar
le apretó la mano y adoptó una postura un tanto protectora.
-
Yo jamás permitiría que algo malo te sucediese.
-
Lo se, y te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mi,
aunque solo nos conozcamos desde hace un día - bromeó -.
-
De todas formas, mi princesa negra, hazme caso y vuelve. No tienes
que hacerles caso, pasa de ellos hasta que todo vuelva a su cauce,
verás como se arregla.
-¿
Cómo me has llamado ?
-
Mi princesa negra, ¿ te ha molestado ?
-
Que va - dijo con una sonrisa- al contrario: creo que es lo más
bonito que me han dicho en mi vida …- notó como se le subían los
colores-.
-
Bueno, es así como yo te veo, como una princesa. Como mi bella
princesa negra.
Se
acercó y la besó.
-
Gracias otra vez - y pensó para ella sin darse cuenta: “mi amor”-.
Se
estuvieron riendo hasta que al final Morgana le hizo caso y volvió.
Edgar la acompañó y se despidieron con otro beso en la puerta. Él
se alejó y desapareció en la oscuridad. Ella, tras las puertas de
su prisión.