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Solitaria, pensativa, divertida en mayor o menor medida, gusto por escuchar, leer, escribir, escuchar música, imaginar, sentir.

jueves, 10 de enero de 2013

El fin de un vuelo (final)

Bien. Supongo que el estar deprimida hasta la médula y a la vez rebosante de ideas romántico-eróticas tiene resultados tales que así xD
Si leísteis más abajo, posteé la historia de Donovan, el Halcón. Esta mañana me he emparanoyado a lo grande y al ver una fotografía de dos caballos en la nieve se me ha ocurrido esto. No es ni más ni menos que un final que se me ha ocurrido para su historia. Durante ésta, Donovan conoce a Angel y, tras mucho, se terminan enamorando.
Espero que sea de vuestro agrado. 

Runa y Averno


Mientras tanto, en las nevadas montañas del norte, Averno galopaba junto a Runa. No hay que preguntarse por qué llegaron hasta allí, ni cómo. Hay que preguntarse qué hacían allí, dos caballos sin jinete galopando a través de la nieve y dejando una estela de huellas imborrables a su paso. Hacían lo que, en vida, sus dueños nunca pudieron saborear. Ser libres. Ser completamente libres y disfrutar de su mutua compañía y afecto. Levantaban la nieve con sus cascos, saltaban dunas heladas, provocaban ecos con sus relinchos y volaban junto al gélido viento que siempre los acompañaba. No tenían frío. Tampoco hambre, ni siquiera sed. Sin jinetes, ya no eran caballos de guerra. No eran esclavos. Eran caballos salvajes, sin cadenas. No necesitaban nada más que su libertad para vivir. Tal vez fue obra de la magia. O tal vez no. Se querían. Se querían y se necesitaban como sus dueños. Y no se separaban jamás.

Una mañana en la que el sol brillaba más que otra veces, se acercaron, al paso, a una roca que sobresalía muy por encima de las demás. Debajo había oscuridad, un pozo sin fondo. Pero no importaba, había espacio de sobra para los dos. Despacio, se aproximaron hasta el filo provocando vaho con su respiración. Al detenerse, ambos miraron al infinito. Todo era tan hermoso que parecía imposible que una guerra de tales proporciones acabase de terminar. Había luz, había calor, había vida. Y ambos lo sabían. Averno era el más adelantado. Runa relinchó suavemente, como hacía Angel cuando quería llamar a Donovan cariñsoamente. El frisón giró la cabeza y Runa se acercó, pasándole su hocico gris por debajo del suyo azabache, una caricia cariñosa. Averno pegó ambas frentes, como hacía Donovan con Angel para contemplar sus atrayentes ojos negros. Era un caballo, pero casi sonrió. Y Runa también. Y Donovan y Angel, dondequiera que estuviesen, también tenían sus frentes pegadas y sus sonrisas decorando sus labios. Se besaron, y se desvanecieron.  

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